domingo, 26 de octubre de 2014



Salmo 104 
El tema de este bellísimo himno es la obra de Dios en la creación. El poema presenta una semejanza notable con un himno egipcio al dios Sol, proveniente del siglo XIV a. C. Más evidente aún es su relación con el primer capítulo del Génesis. Sin embargo, el salmista utiliza sus fuentes de inspiración con una gran libertad y originalidad. Se describe al universo visible como una realidad desbordante de movimiento y de vida, que refleja, hasta en los detalles más ínfimos (vs. 17-18, 21), el poder y la sabiduría del Creador.


LA GLORIA DE DIOS EN LA CREACIÓN

El espacio celestial

1 Bendice al Señor, alma mía: 
¡Señor, Dios mío, qué grande eres! 
Estás vestido de esplendor y majestad 
2 y te envuelves con un manto de luz. 
Tú extendiste el cielo como un toldo 
3 y construiste tu mansión sobre las aguas. 
Las nubes te sirven de carruaje 
y avanzas en alas del viento. 

4 Usas como mensajeros a los vientos, 
y a los relámpagos, como ministros. 


La tierra y las aguas

5 Afirmaste la tierra sobre sus cimientos: 
¡no se moverá jamás! 

6 El océano la cubría como un manto, 
las aguas tapaban las montañas; 
7 pero tú las amenazaste y huyeron, 
escaparon ante el fragor de tu trueno. 

8 Subieron a las montañas, bajaron por los valles, 
hasta el lugar que les habías señalado: 
9 les fijaste un límite que no pasarán, 
ya no volverán a cubrir la tierra. 

Las fuentes y las lluvias

10 Haces brotar fuentes en los valles, 
y corren sus aguas por las quebradas. 

11 Allí beben los animales del campo, 
los asnos salvajes apagan su sed. 

12 Las aves del cielo habitan junto a ellas 
y hacen oír su canto entre las ramas. 

13 Desde lo alto riegas las montañas,
y la tierra se sacia con el fruto de tus obras. 


Los frutos de la tierra

14 Haces brotar la hierba para el ganado 
y las plantas que el hombre cultiva, 
para sacar de la tierra el pan 
15 y el vino que alegra el corazón del hombre, 
para que él haga brillar su rostro con el aceite 
y el pan reconforte su corazón. 

16 Se llenan de savia los árboles del Señor, 
los cedros del Líbano que él plantó; 
17 allí ponen su nido los pájaros, 
la cigüeña tiene su casa en los abetos; 
18 los altos peñascos son para las cabras, 
y en las rocas se refugian los erizos. 


El día y la noche

19 Hiciste la luna para medir el tiempo, 
señalaste al sol el momento de su ocaso; 
20 mandas la oscuridad, y cae la noche:
entonces rondan las fieras de la selva 
21 y los cachorros rugen por la presa, 
pidiendo a Dios su alimento. 

22 Haces brillar el sol y se retiran, 
van a echarse en sus guaridas: 
23 entonces sale el hombre a trabajar, 
a cumplir su jornada hasta la tarde. 

24 ¡Qué variadas son tus obras, Señor! 
¡Todo lo hiciste con sabiduría, 
la tierra está llena de tus criaturas! 

El mar y sus habitantes

25 Allí está el mar, grande y dilatado, 
donde se agitan, en número incontable, 
animales grandes y pequeños. 

26 Por él transitan las naves, y ese Leviatán 
que tú formaste para jugar con él.

La Providencia universal de Dios

27 Todos esperan de ti 
que les des la comida a su tiempo: 
28 se la das, y ellos la recogen; 
abres tu mano, y quedan saciados. 

29 Si escondes tu rostro, se espantan; 
si les quitas el aliento, 
expiran y vuelven al polvo. 

30 Si envías tu aliento, son creados, 
y renuevas la superficie de la tierra. 


Doxología final

31 ¡Gloria al Señor para siempre, 
alégrese el Señor por sus obras! 

32 Él mira, y la tierra se estremece; 
toca las montañas, y echan humo. 

33 Cantaré al Señor toda mi vida; 
mientras yo exista, celebraré a mi Dios: 
34 que mi canto le sea agradable, 
y yo me alegraré en el Señor. 

35 Que los pecadores desaparezcan de la tierra 
y los malvados ya no existan más. 
¡Bendice al Señor, alma mía! 
¡Aleluya!
 






El Himno a Atón se considera una obra magistral de la literatura religiosa. Este canto de amor y entusiasmo, el más vibrante que haya legado la literatura del Antiguo Egipto, pudo haber sido compuesto por Ajenatón, hacia 1360 a. C., aunque posiblemente no fuese redactado por el faraón en persona, pues rememora textos de plegarias más antiguas que glorificaban aOsiris o Amón en los mismos términos.
Se encontraron varias versiones parecidas en las sepulturas de los dignatarios de Ajetatón, aunque el documento más completo, el llamado Gran Himno a Atón, procede de la tumba del faraón Ay.

GRAN HIMNO A ATÓN 
¡Apareces resplandeciente en el horizonte del cielo, 
oh Atón vivo, creador de la vida! 
Cuando amaneces en el horizonte oriental, 
llenas toda las regiones con tu perfección. 
Eres hermoso, grande y brillante. 
Te elevas por encima de todas las tierras. 
Tus rayos abarcan las regiones 
hasta el límite de cuanto has creado. 
Siendo Ra alcanzas sus límites, 
y los dominas para este hijo bienamado por ti. 
Por lejos que te encuentres, tus rayos siempre están sobre la tierra; 
aunque se te vea, tus pasos se desconocen. 
Cuando te ocultas por el horizonte occidental, 
la Tierra se oscurece como si llegara la muerte. 
Se duerme en los aposentos, con las cabezas cubiertas, 
y lo que un ojo hace no lo ve el otro. 
Aunque fueran robados sus bienes, 
que están bajo sus cabezas, 
los hombres no se percatarían. 
Todos los leones salen de su guarida, 
todas las serpientes muerden, 
la oscuridad llega, la Tierra reposa en silencio, 
cuando su Creador descansa en el horizonte. 
La Tierra se ilumina cuando te elevas por el horizonte, 
cuando brillas, como Atón, durante el día. 
Cuando lanzas tus rayos, 
las Dos Tierras lo festejan, 
los hombres despiertan y se levantan sobre sus pies, 
porque tú los has despertado; 
los cuerpos se purifican, se visten, 
sus brazos adoran tu aparición, 
el país entero se pone a trabajar, 
todos los animales pacen en sus pastos, 
los árboles y las plantas brotan, 
los pájaros vuelan más allá de sus nidos, 
mientras sus alas desplegadas saludan tu ka. 
Todas las manadas brincan sobre sus patas, 
lo que vuela y todo lo que se posa, 
vive cuando te alzas por ellos. 
Los barcos se ponen en camino tanto hacia el norte como hacia el sur, 
los senderos se abren cuando asciendes, 
los peces del río saltan hacia tu rostro, 
y tus rayos penetran hasta el centro del Gran Verde. 
Tú, que haces que la semilla crezca en las mujeres, 
que creas la semilla de las gentes, 
que alimentas al hijo en el vientre de su madre, 
que le apaciguas para calmar sus lágrimas, eres la nodriza en el seno, 
el que da el aliento 
y alimenta todo lo creado. 
Cuando surge del vientre a respirar, 
el día de su nacimiento, 
abres su boca, 
y provees sus necesidades. 
Cuando el polluelo pía en el huevo, en su cascarón, 
dentro, le das el aliento que le hace vivir; 
cuando tú le has completado, 
rompe el cascarón 
y sale del huevo, 
para anunciar su terminación, 
Caminando sobre sus patas apenas ha salido de él. 
¡Cuán numerosas son tus obras, 
aun cuando permanecen ocultas a la vista! 
¡Oh Dios Único, inigualable! 
Creaste la Tierra según tu deseo, tú, solitario, 
a todos los hombres, el ganado y los rebaños; 
cuanto existe en la tierra que anda sobre sus patas, 
todo lo que hay en el cielo que vuela con sus alas, 
las tierras de Jaru y Kush, 
la tierra de Egipto. 
Pones a cada hombre en su lugar, 
provees sus necesidades, 
todo el mundo dispone de su comida, 
la duración de su vida está calculada, 
sus lenguas difieren en el habla, 
así como sus caracteres, 
sus pieles son distintas, 
porque tú diferenciaste a las gentes. 
Creaste a Hapy en la Duat 
y lo traes según tu deseo, 
para alimentar a las gentes, 
porque las creaste para ti mismo. 
Señor de todo, que se esfuerza por ellos, 
Señor de todas las tierras que brilla por ellas, 
Atón del día, grande en Majestad. 
Haces vivir a todas las tierras lejanas, 
creaste un Hapy celeste que desciende por ellas, 
que provoca olas sobre las montañas, como el Gran Verde, 
para inundar sus campos y sus ciudades. 
¡Cuán excelentes son tus designios, Oh Señor de la Eternidad! 
El Hapy que está en el cielo para los pueblos extranjeros 
y para todas las criaturas de los países que caminan sobre sus patas, 
para Egipto, el Hapy que sale de la Duat. 
Tus rayos alimentan los campos, 
cuando brillas, viven, germinan por ti; 
hiciste las estaciones para nutrir todo cuanto has creado, 
el invierno para enfriar, el calor para que te saboreen. Creaste el cielo lejano para brillar en él, 
para observar todo aquello que hiciste. 
Tú, solo, brillando, en tu manifestación de Atón viviente, 
elevado, radiante, distante, cercano, 
creaste millones de manifestaciones de ti mismo, 
ciudades, pueblos, campos, el discurrir del río, 
porque eres el Atón del día en las alturas. 
Discurres para dar la existencia 
a los seres que has creado, 
estás sobre ellos y puedes ver su regocijo. 
Estás en mi corazón, 
no hay otro que te conozca, 
sólo tu hijo Neferjeperura Uaenra, 
a quien has mostrado tus caminos y tu poder. 
Los de la Tierra vienen a la existencia de tu mano, como tú los creas; 
cuando amaneces ellos viven, 
y cuando te ocultas mueren. 
Tú eres, tú mismo, la duración de la vida; se vive por ti, 
todos los ojos contemplan tu perfección hasta que te ocultas, 
todos los trabajos cesan cuando descansas por Occidente, 
y cuando amaneces haces que todo el mundo se mueva por el Rey. 
Cada pierna se mueve porque creaste la Tierra, 
les haces surgir para tu hijo, que nació de tu cuerpo, 
el Rey que vive por Maat, el Señor de las Dos Tierras, 
Neferjeperura El Único que pertenece a Ra, 
el hijo de Ra que vive por Maat, Señor de las coronas, 
Ajenatón, duradera sea su vida, 
y la de la Gran Reina a quien él ama, la Señora de las Dos Tierras, 
Nefer-neferu-Atón Nefertiti; que viva por siempre jamás. 







PEQUEÑO HIMNO A ATÓN 
¡Oh Atón viviente, eterno Señor, apareces resplandeciente! 
Eres radiante, perfecto, poderoso, 
grande es tu amor, inmenso. 
Tus rayos iluminan todos los rostros, 
tu brillo da vida a los corazones, 
cuando llenas las Dos Tierras con tu amor. 
Venerable Dios, autocreado, 
tú creaste todas las tierras y todo lo que en ellas existe, 
a los hombres, el ganado y los rebaños, 
todos los árboles que crecen de la tierra; 
viven cuando amaneces por ellos. 
Eres madre y padre de cuanto has creado. 
Cuando apareces sus ojos te contemplan, 
tus rayos iluminan toda la Tierra. 
Todos los corazones aclaman tu presencia, cuando te elevas como su señor. 
Cuando te ocultas en el horizonte occidental del cielo, 
se postran como si muriesen, 
con sus cabezas cubiertas, su respiración cesa, 
hasta que de nuevo te elevas en el horizonte oriental del cielo, 
y sus brazos aclaman tu ka, 
cuando nutres sus corazones con tu perfección. 
Cuando lanzas tus rayos surge la vida 
y todas las tierras lo festejan. 
Cantantes y músicos gritan de alegría, 
en el patio de la capilla benben
y en todos los templos de Ajetatón, 
el lugar de la verdad en el que te regocijas. 
Se ofrecen los alimentos en sus centros 
tu sagrado hijo pronuncia tus oraciones, 
¡oh Atón que vive en sus apariciones! 
todas las criaturas saltan ante ti. 
Tu venerable hijo exulta alegría. 
¡Oh Atón, que vive diariamente con plenitud en el cielo! 
Tu descendencia, tu venerable hijo, El Único de Ra. 
El Hijo de Ra no deja de ensalzar su perfección, 
Neferjeperura Uaenra. 
Soy yo, tu hijo, quien te sirve y quien exalta tu nombre. 
Tu poder, tu fuerza están firmes en mi corazón, 
eres el Atón viviente cuya imagen perdura, 
has creado el cielo lejano para brillar en él, 
para observar todas tus creaciones. 
Eres El Único y en ti hay un millón de vidas. 
Das el aliento de vida en sus narices para hacerlas vivir. 
Gracias a la vista de tus rayos existen todas las flores, 
todo lo que vive y brota del suelo crece cuando tú brillas. 
Los rebaños pacen abrevando de tu vista, 
los pájaros en el nido vuelan con alegría, 
y despliegan sus alas plegadas en señal de adoración. 
¡Oh Atón viviente, su creador! 










                        
    Uno de los himnos más sublimes del Rig Veda, el 129, conocido como el “Himno de la Creación”, se remonta al período cósmico más remoto concebible:

EL HIMNO DE LA CREACIÓN  

           No había inexistencia ni existencia, entonces.
           No existía la atmósfera ni el cielo que está más allá.  
           ¿Qué estaba oculto? ¿Dónde? ¿Protegido por quién?
           ¿Había agua allí insondablemente profunda?  

           No había muerte ni inmortalidad entonces.
           Ningún signo distinguía la noche del día.  
           Uno solo respiraba sin aliento por su propio poder. 
           Más allá de eso nada existía.  

           En el principio la oscuridad escondía la oscuridad.
           Todo era agua indiferenciada.  
           Envuelto en el vacío, deviniendo,
           ese uno surgió por el poder del calor. 

           El deseo descendió sobre eso en el principio,
           siendo la primera semilla del pensamiento.  
           Los sabios, buscando con inteligencia en el corazón,
           encontraron el nexo entre existencia e inexistencia.  

           Su cuerda se extendió a través. 
           ¿Había un abajo? ¿Había un arriba? 
           Había procreadores, había potencias. 
           Energía abajo, impulso arriba. 

           ¿Quién sabe realmente? ¿Quién puede proclamar aquí
           de dónde procede, de dónde es esta creación? 
           Los dioses vinieron después. 
           ¿Quién sabe, entonces, de dónde surgió? 

           ¿Esta creación de dónde surgió? 
           Quizás fue producida o quizás no.  
           El que la vigila desde el cielo más alto,
           él sólo lo sabe. O quizás no lo sabe.  


                                        
Un breve himno, el 190, proporciona una visión más sucinta y más afirmativa de la creación aunque en este el calor juegue, también, un rol primordial:  


   EL CALOR PRIMORDIAL


           El orden y la verdad nacieron del calor encendido.     

           De allí nació la noche, de allí el encrespado océano.  

           Del encrespado océano nació el año, 
           el ordenador de los días y las noches, el regidor de todo lo que parpadea.  

           El creador hizo uno después de otro al sol y a la luna  
           al cielo y a la tierra y a la atmósfera y también a la luz.